miércoles, 3 de abril de 2013

Un único e indivisible matutino

¡Buenos días!

Eso es lo que trato que sea cada uno de estos íntegros matutinos que siempre me acompañanan y que se derivan de mis neuronas, pero según los particulares gustos e intereses de cada cual que los leéis, me los fraccionáis y os concentráis, marginando el resto, en alguno de sus factores (no sé si primos, hermanos o perfectos desconocidos): bien sean mis desvaríos mañaneros, mi sui géneris crítica cinéfila, o "mis" citas ajenas. Tras el breve sol de ayer, hoy vuelven las nubes, blancas nubes rotas, que cuando decidan agregarse y ennegrecerse momentáneamente, según las predicciones para esta tarde, nos dejarán caer unas pocas y solitarias gotas o todo un chaparrón de ellas, cuando parecen fundirse en un único torrente. Ya veremos.

Ayer por la tarde estuve en el cine viendo "La soledad de los números primos" ("La solitudine dei numeri primi"), de Saverio Constanzo, y con Alba Rohrwacher y Luca Marinelli. Está basada en la novela homónima de Paolo Giordano, quien ha coescrito el guión junto con el director, de quien es el primer largo que veo.

Dos solitarios adolescentes, dos extraños que vivieron sendos traumas infantiles, físicos y anímicos, muy distintos entre ambos, y que les marcarán para siempre, se conocen en el instituto, donde se sienten marginales, pero acabarán unidos por una peculiar amistad, quizás amor, que mantendrán hasta la actualidad (durante algo más de 20 años); son como números primos (los divisibles únicamente entre uno o él mismo), esos entes raros y aislados entre la inmensidad del resto de los naturales, es más, son como los aún más raros números primos gemelos, esos que están separados tan sólo por un número par, siempre cerca pero que jamás se tocan, como el 11 y 13, el 17 y 19, o el 41 y 43.

Una buena película, que podría haber sido excelente, que prometía mucho a partir de los mimbres con que está hecha, pero que no me acabó de cuajar del todo. Sin embargo tuvo muy buenos momentos, aún siendo una película algo extraña y no fácil de ver y seguir, pues está contada en cuatro momentos de sus vidas (infancia, adolescencia, primera juventud, y su madurez), los tres primeros contados a saltos temporales, como en un puzzle, y el más reciente, al final del film, contado de modo lineal.

Una historia de amor peculiar entre dos seres heridos, en cierto modo a causa de unos padres que más piensan en ellos mismos que en sus hijos y que les abocan a un posible desastre en forma de trauma (físico o anímico), bien obligando a practicar aficiones paternas que no gustan a sus hijos, o creando en estos un excesivo sentimiento de responsabilidad hacia otros. Dos inadaptados que no encajan con el resto y que por sus similares caracteres casi se ven en la obligación de apoyarse y tenerse el uno al otro, desde la mutua soledad y distancia, de un modo muy poco convencional, como ellos mismos son.

Ahora unas citas de sabiduría ajena, en escaso número, primo, aunque se hacen compañía:

 - "Yo no busco un gran número de lectores, sino un cierto número de relectores".  (Juan Goytisolo).

 - "El número de amigos está en razón inversa con su valor".  (Carlo Fiessinger).

 - "¿Por qué, en general, se rehuye la soledad? Porque son muy pocos los que encuentran compañía consigo mismos".  (Carlo Dossi).

 - "El único amor consecuente, fiel, comprensivo, que todo lo perdona, que nunca nos defrauda, y que nos acompaña hasta la muerte es el amor propio".  (Óscar Wilde).

 - "La soledad se admira y desea cuando no se sufre, pero la necesidad humana de compartir cosas es evidente".  (Carmen Martín Gaite).

 - "Allí donde se había soñado en compañía, resucitan dos soledades".  (Eugenio D'Ors).

 - "No es difícil ser desdichado; lo que es difícil es ser feliz, pero esto no es razón para no intentarlo".  (Alain).

Besos y abrazos,

Don.
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