¡Buenos
días!
No
estoy borracho, estoy embriagado, que aunque parezca lo mismo no lo es
exactamente. No he perdido mis facultades debido a sustancias ajenas a mi
cuerpo que me estimulen o provoquen atontamiento, que seguramente debo estar
henchido de dopamina, esa sustancia que naturalmente produce nuestro cerebro,
en su justa medida para así evitar innecesarios efectos secundarios, para
tenernos contentos con ciertas cosas que hacemos, como lo es para mí el
escribir estos matutinos. Y eso no es estar dopado. Así que, si no tengo
pedales, ¿cómo voy a coger una bicicleta con el tórrido calor veraniego que
estos días nos aprieta?, que la máxima prevista para hoy vuelve a rondar los 35ºC,
y las mínimas tampoco desentonan, impidiéndonos conciliar correctamente el
sueño... ¡y vade retro, satánicos somníferos!... que una reconfortante siesta
veraniega viendo desde un butacón con orejas el Tour de Francia hace
milagros...
Ayer
por la tarde estuve en el cine viendo "The program (El ídolo)"
("The program"), de Stephen Frears, y con Ben Foster, Chris O'Dowd,
Jesse Plemons, Guillaume Canet, Denis Ménochet, y Dustin Hoffman. De este
veterano director inglés he visto casi todos sus films desde el primero suyo
que vi, "Las amistades peligrosas" ("Dangerous liaisons",
1988), y ninguno de los anteriores a este. En concreto, de los de este siglo,
he visto: "Philomena" (2013), "Tamara Drewe" (2010), "La reina" ("The queen", 2006), "Mrs. Henderson presenta" ("Mrs. Henderson presents",
2005), "Liam" (2000), y "Alta fidelidad" ("High fidelity", 2000).
En
1993 Lance Armstrong va a disputar su primer Tour de Francia. Tiene unas
enormes ganas de triunfar y hará lo que sea para ello, pero aunque obtiene
algunos éxitos en esta y otras carreras, no es a lo que aspira. Pocos años
después, cae gravemente enfermo de cáncer testicular, y tras recuperarse, desde
1999 comienza a ganar un Tour tras otro, sin oposición de sus rivales, hasta
siete consecutivos. Un periodista deportivo comienza a sospechar e investigar,
enfrentándose a la mafiosa ley del silencio de ciclistas, patrocinadores y
demás estamentos competentes en el ciclismo, no vaya a ser que se les hunda el
negocio. Y el final ya lo sabemos, una campanada en su momento, tras la que se
desmoronó el ídolo y su oscuro programa para conseguir el éxito a toda costa.
Una
buena película (nota: 6), sin alharacas, este biopic con maneras de
thriller de mafiosos, y alguna breve incrustación de imágenes documentales de
la época. Está basada en el libro que escribió el periodista David Walsh,
"Seven deadly sins: my pursuit of Lance Armstrong", con el que
destapó uno de los mayores escándalos de dopaje de toda la historia del
deporte, toda una conspiración para ganar a cualquier precio, engañando a todos
a costa de su enfermedad, la de él (el cáncer), y la de la desaforada
competitividad de esta sociedad moderna que sólo quiere triunfadores y no
valora el esfuerzo del resto, que tanto vale, o más incluso. Ascenso y descenso
vertiginosos, el uno ayudado por sustancias dopantes y el otro por la resaca de
estas y su propia gravedad. Se nos muestran las luces (pocas) y sombras (las
más) de este endiosado deportista, del que luego renegaron todos, bastante
hipócritamente la mayoría, que desde siempre hubo cierto runrún sobre estos
temas del dopaje. Por cierto, sobre estos mismos hechos también habla el
documental: "La mentira de Lance Armstrong" ("The Armstrong
lie", 2013), de Alex Gibney, y que no vi en su día.
Ahora
algo de sabiduría ajena, avituallamiento intelectual para nuestros cerebros, y
que seguro evita que nos den pájaras mentales:
- "A los ídolos no hay que tocarlos: se
queda el dorado en las manos".
(Gustave Flaubert).
- "En el mundo hay sólo dos maneras de
triunfar: por la propia capacidad o por la imbecilidad ajena". (Jean de la Bruyère).
- "Para triunfar en la lucha por la vida,
el hombre ha de tener o una gran inteligencia o un corazón de
piedra". (Máximo Gorki).
- "El éxito debe medirse, no por la
posición a que una persona ha llegado, sino por su esfuerzo por
triunfar". (Booker T. Washington).
- "Vale más fracasar honradamente que
triunfar debido a un fraude".
(Sófocles).
Besos
y abrazos,
Don.
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