jueves, 19 de septiembre de 2024

Matutino sin solución, no hay que obsesionarse

¡Buenos días!

Parece que ya sin remedio, sin solución de continuidad (no sé el porqué, pero intuyo que alguna solución habrá en breve, cosas del veranillo de San Miguel por venir) el otoño entra en nuestras vidas con esta jornada muy gris y lluviosa, tormentosa incluso, y en la que se esperan por los madriles unos 25ºC de máxima. Por lo demás ya sabéis de mi obsesión, moderada y sana, creo, por los matutinos, a los que dedico una razonable fracción de mi tiempo de ocio, y que más que plantearme problema alguno me lo resuelven, aunque no necesariamente dándome soluciones concretas, sino nubes de más o menos finitas posibilidades, de probabilidad, no sé si tan densas como las del cielo cuyo sol ahora madruga al filo del orto, nada ortogonal a la espera de serlo en su cenit del mediodía.

Ayer por la tarde estuve en el cine viendo "El teorema de Marguerite" ("Le théorème de Marguerite", 2023), de Anne Novion, y con Ella Rumpf, Jean-Pierre Darroussin, Clotilde Courau, Julien Frison, y Sonia Bonny. Es la tercera película, y primera que veo, de esta directora francesa.

Marguerite es una brillantísima estudiante de matemáticas, la mejor de su promoción y de varias anteriores. Todo parece ir bien durante su último curso de doctorado con la preparación de su tesis, pero el día en que le toca exponerla comete un error en su desarrollo, se bloquea y, abrumada, se va sin más del auditorio. Comunica a su director de tesis, quien la conmina a intentarlo de nuevo el año siguiente, pero con otro catedrático, que ha decidido abandonar completamente las matemáticas, hacer borrón y cuenta nueva y empezar una nueva vida lejos de todo lo anterior, ante la incomprensión de este y de su madre (profesora de matemáticas en un instituto).

Espléndida película (nota: 9) que me encantó y sedujo con sus formulaciones, tanto por sus maneras, simples, que tampoco eran necesarias mayores florituras, cosas del principio de parsimonia (o navaja de Ockham), aunque su desarrollo no me pareció para nada parsimonioso y captó mi interés desde el principio, como por lo que nos contaba, con el trasfondo, a modo de papel pintado decorativo de una pared, de complejos desarrollos algebraicos, cuya relevancia en la historia narrada tendían a cero, así que tampoco es necesario ser un erudito matemático para ir a verla. Porque la atribulada protagonista va descubriendo la vida real, autodescubriéndose, tratando de encontrarle un sentido lejos de su refugio lógico-matemático, heurísticamente, sin el apoyo de fórmulas que le ayuden a despejar incógnitas y encontrar soluciones, del mismo modo que todavía no se ha encontrado solución matemática a la Conjetura de Goldbach (la obsesión de Marguerite es encontrarla, amén de obsesionarse con alguna que otra adicción más). Además, nos habla de varias otras cuestiones, muchas, y por acotar su número, diría que de relaciones maternofiliales, amistad y amor, y de sus complicados equilibrios interpersonales. Por cierto, la teoría del equilibrio general (o también la teoría de juegos) fueron formuladas por el matemático John Nash, el personaje protagonista de "Una mente maravillosa" ("A beautiful mind", 2001) de Ron Howard... Y también la película hoy glosada me recordó levemente a esta otra, "La verdad oculta" ("Proof", 2005) de John Madden.

Bueno, llegó el momento de la sabiduría ajena, en la que otros nos formulan sus pareceres para que los pongamos a prueba, si queremos, a ver si pudieran solucionarnos algo:

 - "Siempre que una teoría aparece como la única posible, tomarla a rajatabla es señal de que ni se ha entendido la teoría ni el problema que se pretende resolver".  (Karl Popper).

 - "Conozca todas las teorías. Domine todas las técnicas, pero, al tocar un alma humana, sea apenas otra alma humana".  (Carl Gustav Jung).

 - "Teóricamente, existe una posibilidad de felicidad perfecta: no esforzarse por conseguirla, y creer en lo que hay de indestructible en uno mismo".  (Franz Kafka).

Besos y abrazos,

Don.

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