¡Buenos días!
Por mor de tantas lluvias caídas en estas últimas semanas, con un día tras otro casi iguales, que parecen no tener fin a pesar de fugaces momentos de tregua, están reverdeciendo en mí pasadas ilusiones juveniles, algún que otro grano facial más o menos oculto incluido, cual si fuera el machadiano olmo viejo. Solo me hará falta un poco de sol para que mi pasión juvenil vuelva a arrebatarme años después. Hoy, pues eso, cielo muy gris, lluvias y una máxima prevista por los madriles de unos suavemente invernales 11ºC. Y en estas efervescencias preprimaverales, por amor a mis matutinos, me pongo a escribir con sumo gusto este que ahora tengo entre mis brazos... manos... dedos, quería decir.
Este fin de semana estuve en el cine viendo "Morlaix" (2025), de Jaime Rosales, y con Aminthe Audiard, Samuel Kircher, Jeanne Trinité, Mélanie Thierry y Àlex Brendemühl. Es el octavo largo de este director, de quien había visto cuatro de sus anteriores, a saber, "Girasoles silvestres" (2022), "Petra" (2018), "Hermosa juventud" (2014) y "La soledad" (2007).
En Morlaix, un pueblo costero en Bretaña (Francia), una adolescente en su último curso de instituto ha quedado tocada porque su madre acaba de morir. Tiene novio. A mitad del curso llega un nuevo joven desde París, sofisticado, culto y atractivo, que le atrae. Un día, toda la cuadrilla de amigos va al cine a ver una película titulada "Morlaix", que a la mayoría les parece un tostón y ella siente que está contándole lo que le está aconteciendo en ese momento crucial de su vida, donde debe tomar un montón de decisiones de cara a su futuro.
Película un tanto inclasificable (nota: 5), que en sus primeros tres cuartos de metraje me aburrió bastante en general, cuando no, a ratos, me llegó a irritar algo, atiborrada de disquisiciones, divagaciones de los jóvenes protagonistas sobre los más variados temas, como del amor (que va y viene), de la muerte, de la fe y el descreimiento, de la toma de decisiones, en definitiva, de la vida y su sentido o sinsentido, muchas de las cuales me parecieron infumables pajas mentales más que otra cosa. Pero en su último cuarto, cuando han pasado 20 años desde entonces, pareció enderezarse algo, aunque no lo suficiente para ir más allá de la raspadita nota de aprobado pelón, con un nuevo enfoque a los hechos pasados desde la nueva perspectiva que aporta la madurez vivida, ya esfumados los ideales juveniles, aunque mi interés por ella siguió oscilando arriba y abajo. Su metalenguaje difumina, hasta casi confundirlas, las fronteras entre la realidad vivida y la vida ensoñada (con la ayuda de la ficción cinematográfica) de aquel primer amor adolescente. Es una película en la que casi más pesan las formas que el contenido, bastante etéreo para mí, lo que la lastra en mi opinión, con unas maneras bastante arbitrarias a mi parecer, que combinan imágenes en blanco y negro y en color, con diferentes texturas y formatos... y estáticas fotos incrustadas por doquier.
Pues a causa de este matutino, y de cualquier otro que se precie, no me queda otra que dar paso a las citas de sabiduría ajena, que me tienen enamorado, las más de las veces, mientras coquetean con mis entendederas:
- "Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada". (Cesare Pavese).
- "Amar es más bien una oportunidad, un motivo sublime, que se ofrece a cada individuo para madurar y llegar a ser algo en sí mismo; para volverse mundo, todo un mundo, por amor a otro". (Rainer Maria Rilke).
- "Madurar es perder algunas ilusiones para empezar a tener otras". (Virginia Woolf).
Besos y abrazos,
Don.
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