martes, 9 de agosto de 2022

Prometido matutino apenas cortejado

¡Buenos días!

Así como ayer fui a todo tren, embalado, hoy me dejo seducir poco a poco por este matutino que anda coqueteando leve e inadvertidamente con mis neuronas y promete deleitarme sin aspavientos mientras estemos juntos, lo que no me quita el esfuerzo de que vaya tomando forma, aunque sin prisas, tecla a tecla, cual remolona azada desmoronando terrones. Sin embargo, el calor de estos días de torridísimo verano, ya demasiados, no nos conquista con sus agobios, más bien nos espanta, le falta sutileza, y hace que queramos buscar una fresca sombra o volar cual ave migratoria al norte más boreal que podamos encontrar. La máxima prevista para hoy por los madriles será, de nuevo, de 37ºC.

Ayer por la tarde estuve en el cine viendo "María Chapdelaine" (2021), de Sebastien Pilote, basado en la novela homónima (1913) de Louis Hémon, y con Sara Montpetit, Sébastien Ricard, Hélène Florent, Antoine-Olivier Pilon, Émile Schneider, Robert Naylor, Martin Dubreuil, Danny Gilmore, y Gilbert Sicotte.

Año 1910. María Chapdelaine es una joven adolescente que vive con su familia de colonos (padres y cinco hermanos) en una remota y aislada granja, en la que hace poco se instalaron, en el límite más al norte de la zona habitada del francófono Quebec canadiense, deslomándose todos de sol a sol, cuando el larguísimo y crudo invierno del lugar no se lo impide, para conseguir sacar esforzado rendimiento a su concesión de tierras. María se enfrentará a un dilema romántico entre tres jóvenes pretendientes: el primero, vecino de infancia, ahora intrépido explorador del bosque que se gana la vida comerciando con pieles o como leñador, según la ocasión, un alma libre y sin ataduras a la tierra, un ideal de libertad que nada le promete salvo su amor; el segundo, que emigró a Estados Unidos a trabajar en la industria manufacturera y que le promete liberarla de las penurias de la vida rural con las comodidades de la gran ciudad; y el tercero, un colono vecino que le promete tener su propia tierra y seguir con la vida que hasta ahora ha conocido.

Buena película (nota: 6) este sutilísimo y tímido drama romántico, muy silencioso, todo diluido en un natural retrato de aquel modo de vida, de sus inmovilistas y tradicionales valores, aunque no exento de hálito poético y maneras bucólico-pastoriles a pesar de mostrar la dureza, y cierta (y digna) miseria, de la existencia de los colonos canadienses de entonces en su día a día, casi que mitificándolo. De excesivo metraje, reposada, parsimoniosa, contemplativa, casi que morosa, tanto que a veces amagaba con aburrirme, pero que sin embargo se me hizo bastante llevadera gracias a la radiante y magnética belleza de su actriz protagonista... ¡cómo para no enamorarse de ella, cortejarla y pedir formalmente su mano!... sabiendo esperar.

Ahora toca dejarnos seducir por la sabiduría ajena, aunque sin que nos las prometamos demasiado felices, no vaya a ser que se nos vuelen las perdices:

 - "No reside el arte en seducir a una muchacha, sino encontrar a una digna de ser seducida".  (Sören Kierkegaard).

 - "La más preciosa propiedad que puede llegar a las manos de un hombre en este mundo es el corazón de una mujer".  (Josiah Gilbert Holland).

 - "Asistí como si fuese un espectador de mí mismo, a la lucha inútil que emprendió mi corazón por no dejarme seducir por una mujer que no pertenecía a mi mundo. Aplaudí cuando la razón perdió la batalla y la única alternativa que me quedó fue entregarme, aceptar que estaba enamorado".  (Paulo Coelho).

Besos y abrazos,

Don.

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