jueves, 20 de agosto de 2020

Atontado matutino que regresa del limbo

¡Buenos días!

Más que cualquiera de mis matutinos, soy yo el que creo estar en el limbo a mi vuelta de unas breves vacaciones, a los que dejé vagar sin ton ni son, algo enajenados en mi ausencia, escondidos de las miradas ajenas, quizá pululando por entre mis neuronas, sin saber cómo salir del encantamiento. Pero bueno, aquí están de nuevo, tras haber conseguido deshacer el sortilegio que les tenía esclavizados en los confines de mi encajonado cráneo, sumidos en su oscuridad. Por lo demás, el verano sigue a lo suyo, momificándonos con su calorina cada vez más mortecina (hoy 33ºC de máxima prevista), que nada dura eternamente.

Ayer por la tarde estuve en el cine viendo "Zombi child" (2019), de Bertrand Bonello, y con Louise Labeque, Wislanda Louimat, Adile David, Ninon Francois, Mathilde Riu, Bijou Mackenson, y Katiana Milfort. Es el primer largo que veo de los de este director francés.

A principios de la década de los 60, en Haití, un hombre hechizado (envenenado en realidad) por un santón del vudú regresa de entre los muertos y es esclavizado junto a otros zombis en una plantación de azúcar. En la actualidad, su huérfana nieta adolescente, que estudia en un elitista internado francés para chicas, traba amistad con una compañera de clase que sufre de mal de amores. Esta, a escondidas, contacta con una familiar de la primera, médium vudú, para que se los resuelva.

Película ni fu ni fa (nota: 5), que a ratos me aburrió, y en otros, los menos, me interesó. De buena factura técnica (lo visual y demás), con su puntito de originalidad pues más que de sangre y vísceras, que sería lo esperable en una de zombis (para zombis) al uso, es más bien discursiva, aunque algo taciturna, hablando de y criticando, de soslayo, el colonialismo, la esclavitud y explotación laboral, el elitismo excluyente, las supersticiones versus conocimiento ilustrado (que puede adocenar tanto como aquellas)... amén de amores perdidos, por unas u otras razones más o menos peregrinas, en sus dos historias acaecidas en lugares y tiempos distintos. Mezcla ficción y casi que realidad documental, ésta por el muestrario de ritos vudúes y etnográficos y porque la historia del abuelo está basada en un caso real.

Pues antes de que se me muera este matutino y resucite el día que le toque encarnando otro asunto, os dejo en esta sección de sabiduría ajena tan solo una cita, el inicio de un famoso poema que, si bien escrito con otra intención, a mí me ha cuadrado en este tema de los muertos vivientes, vaya usted a saber el porqué:

 - "Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero porque no muero [...]".  (Santa Teresa de Jesús).

Besos y abrazos,

Don.

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